1) Presupuesto real (no el “ojalá”)

Antes de enamorarte de un apartamento con vista al mar:

• Cuota inicial: cuánto tienes hoy (y cuánto puedes ahorrar en 3–6 meses).

• Financiación: tasa, plazo y cuota mensual que sí puedes pagar.

• Costos ocultos: escrituración, impuestos, estudio de títulos, avalúo, seguros, mudanza y acabados.

Tip operativo: arma una reserva equivalente a 3 cuotas del crédito. Te dará oxígeno si algo se sale del libreto.

2) Ubicación = calidad de vida + valorización

Evalúa con criterios duros:

• Movilidad: rutas, tráfico real en hora pico, accesos.

• Ecosistema: colegios, clínicas, parques, supermercados.

• Ruido y microclima: visita de día y de noche.

• Proyección del sector: obras en curso y POT/Zonas de expansión.

3) Tipo de vivienda según tu vida (hoy y mañana)

• Apartamento vs. casa: seguridad, administración, áreas comunes vs. espacio y autonomía.

• M^2 útiles y distribución (mejor buen diseño que metros desperdiciados).

• Parqueadero y depósito: hoy parecen extra, mañana son salvavidas.

• Plan familiar: ¿vives solo/a, en pareja, con hijos o mascota? Proyéctate a 5–7 años.

4) Due diligence legal y técnico (cero firmas a ciegas)

• Jurídico: libre de gravámenes, certificados al día, historial de propiedad claro.

• Físico: estructura, humedades, instalaciones eléctricas e hidráulicas.

• Copropiedad: reglamento, cuota de administración, salud financiera del edificio/conjunto.

Checklist ninja: pide estudio de títulos y inspección técnica. Es más barato prevenir que litigar.

5) Acompañamiento profesional (tu escuadrón)

Un agente inmobiliario serio y, si aplica, asesor financiero te ahorra tiempo, plata y sustos:

• Negociación del precio (argumentada, no “regateo al azar”).

• Ruta documental sin baches.

• Matching entre tu perfil crediticio y el banco correcto.

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